… Sentado en medio de una pequeña sala, con luz tenue he ahí en un
departamento que parecía congelado en el tiempo, la decoración era poco
anticuada pero ahí estaba yo sentado frente a mi ordenador, enfrascado en mis
letras pensaba Marco.
Hoy leía a mis recuerdos, tales como ese primer lugar que visite al llegar
a esa ciudad a la que he abandonado, en ese momento era rodeado de árboles,
gente a montones, bocinas o el chirrido de una corneta. Mis ojos percibían
edificios del siglo XX lo que me decía que la ciudad no era tan vieja o que la
locación inicial era otra, mucha gente comerciaba y se te acercaba a cada momento,
yo y mi soledad cómo el primer día sentado en medio de esta barahúnda, viendo
cada realidad, cada comportamiento, discerniendo entre las miradas de preocupación,
melancolía, felicidad u optimismo. Ahí seguía yo, raro como de costumbre
pensando en el mañana sin saber qué será del futuro, de mi futuro y de mi norte.
Estoy acá porque es mi última semana, no abra otra… dije en el momento.
Desde el año pasado cuando la devastación era fuerte intenté mudarme,
busque oportunidades, llegaron casi al fin de año, pero no las pude aprovechar…
iniciando el presente tras una conversación con mi hermano menor a quien admire
pese a su edad por su ímpetu de salir adelante, ya que en sus ratos libres
ocupaba su tiempo en algún trabajo para contribuir en su educación. Decidió
optar por una oportunidad o capricho cerca de donde él quería, lástima que
luego se daría cuenta de que lo principal se centra en su futuro y no en lo eventual
de la vida. Con ello decidí levantar el ancla de este mundo congelado.
Zarparía como barco que se enrumba en nuevo viaje, este viaje sería hacia
dónde pensé no llegar, pero solo sería por corto tiempo, al menos eso espero.
De salir todo bien en esta nueva expedición, pronto estaría en casa y podría
estar cerca de mi estatuó quo, de mi tranquilidad. El sol y sus rayos
comenzaban a entorpecer la vista por ello me moví de asiento al de la calle adyacente,
las bancas estaban casi todas llenas… el sol comenzaba con su espectáculo a las
seis de la tarde y trece minutos durante el año, pero a las seis de la tarde y
cuarenta y seis minutos en verano; este era casi imperceptible por la
degradación de la luz en medio de lo frondoso de los árboles, el olor a tabaco
inundaba el área, cerca había un fumador joven que reía y sonreía a alguien
menor que el… acá seguía yo chocando mirada con medio mundo sin ver a detalle lo
que vivían…
Volví a saltar a otra banca tal cual rana que se acomoda en medio del ambiente,
fui a una con mejor sombra y sin tanto reflejo que cegué mi visión, la vida en
este lugar era lenta, calmada y poco complicada… realmente en algún momento
pensé que debería ser así, bueno aún lo pienso, y pienso que lo complejo de
ella es culpa de nuestra mente de nuestra ambición de nuestro orgullo y sed de
mejora…
Marco tenía miedo y lo repetía una y otra vez, era una nueva experiencia y
tenía que prepararse, le costaba mucho a veces concentrarse porque salía uno y
otro problema o detalle que no quería dejar pasar desapercibido, junto a ello
cada recuerdo que no podía expulsar de su mente, seguía intacto al igual que
esas ganas de volver…
cuatro paredes fueron como una jaula donde un gorrión pagaba su pena, ahí
entendió porque la prisión sirve para pagar culpa, lo complejo que puede ser
vivir con nuestra propia mente, con nuestra propia razón con nuestra propia
consciencia.
En ese momento el aroma a tabaco me traía más recuerdos turbios del 22”, un
recuerdo entre humo casi era de febrero, donde en medio de un pequeño bar logré
cruzar mensaje con sus ojos, nunca entendí qué pasó, pero de inmediato se replegó,
por lo que me marché, en ese ambiente también fluía un denso olor a un Lucky de
mora como el que fumaban hoy en medio de la plaza.
— Fueron meses rápidos y largos, unas cuantas veces me escapé a la playa
para descargar mis emociones, algo un poco complicado por la distancia, no es
como todos piensan que está cerca de la ciudad, si quieres ir, pues debes hacer
un trip de tres horas aproximadamente — en esa tarde me decía. Al ir mi
experiencia no fue muy gratificante a decir verdad, la primera vez me defraudé,
volvía después de años, en la segunda me gustó, fui a una playa sencilla, la
que me trajo muchos déjà vus a mi cabeza, pues mi interior me decía, tan solo
si no la “cagabas”, esto sería real. A los meses volví para cambiar de año, fue
un ritual para tratar de olvidar, pero siento que es casi imposible… en ese
momento justo en la transición de año, fui parte de un abrazo grupal, como el
de los “Teletubies”, esto paso entre los presentes, al instante respiré hondo y
me separé, me perdí en la orilla, comencé a caminar sin rumbo, con el teléfono y
un poco de música entre las manos. Mathias, mi hermano me escribió, no lo esperaba,
estaba igual que yo me decía entre textos. Yo me sentía como un barco en medio
de un naufragio, sumido en gotas que brotaban como un manantial natural de mis
ojos, — No quiero olvidar — me dije… el momento se tornó tan complejo entre mis
recuerdos que ni atención presté a mi hermano, en parte sentía que nuestra
confianza también se estaba hundiendo, pese a saber que detrás de la línea
también se sumergía entre sus temores de niñez …
Me sentí muy triste, un grito inexplicable salió de mi interior y fue
frenado por mis labios sin éxito, sin poder sepultar al grito mudo que salía
del corazón, más que del cerebro.
Pasaron los días, y Marco ya había aceptado el cambio. Tenía cierta duda en
medio de su mente, estaba ansioso y preocupado por llegar a donde temió, por
esforzarse más para causar buena impresión en medio de la selva a la que estaba
ingresando, todo por unos meses y poder regresar a casa después de muchos años
fuera.
Eran mis últimos días, en esta ciudad casi sahariana, me encontraba otra
vez solo, escalando la torre del lugar, solo para cautivarme con un ocaso,
además de recordar lo que el alma no borra y mi ser aún quiere, acá estoy
viendo el resplandecer del sol al ocultarse por miedo a la luna en este punto del
día, lo lúgubre aflora en medio del correr incesante del aire a esta altura. La
torre temblaba, sentía que me caía, pero mi visión estaba hipnotizada con
aquella roja escena difuminada en la sensación. “Blue & Red” propia a la
referencia que describía a la degradación de colores cielo. El viento aumentó, pero
me dije a mi, calma que pocos tienen el lujo de ver un acontecimiento igual,
además que la vista en el momento me acerca a lo que más buscaba, a la
tranquilidad.
Llego el viernes y pues era hora de marcharme, pero alguien frio como yo
que sufre en sus sentimientos el síndrome del huevo, siendo tan duro por fuera
y blando por dentro… acostumbrado a despedidas, pese a ello no son mis
favoritas… llorón por naturaleza en estos momentos, recuerdos y pasatiempos
caen en medio de mi mente y mis ojos… se pasa otra página y se abre una nueva
historia… siempre los lugares y la gente se vuelven tú hogar pasajero dentro de
mi carrera, es ahí donde te acostumbras y recuerdas todo, ya sea lo malo del
lugar, por más hediondo y fétido que fuera, porque somos humanos, porque nos
acostumbramos… está en nuestro instinto ser nómade, está ser errante, pero
también llegamos a un punto de buscar llano para asentarnos. Pues no me despedí
de muchos, ya que sentí que mucha gente se fue y mucha más se irá, ojalá venga
otra para quedarse. Pues la soledad también se comparte… no seamos impacientes,
esperemos al T I E M P O...
P. UBIERNA
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