Diciembre de 2019, un misterioso virus ronda
por el mercado de Wuhan, China. Un tipo de neumonía desconocida aquejaba a un
grupo de personas vinculadas a comerciantes de dicho recinto. Es conocido que
en China existe gran cantidad de mercados de comida donde se expenden alimentos
a base de carne, cuya fuente son los animales exóticos como murciélagos,
perros, gatos, tortugas, monos, etc. Los primeros indicios del nuevo virus al
que denominamos hoy en día Covid -19 (SARS – CoV-2), pusieron en alerta a todo
el país, la reacción tardía del gobierno jugó una mala pasada, llevando a un confinamiento masivo para evitar
la epidemia dentro de su territorio.
En los primeros meses del 2020, los viajes y
negocios se habían vuelto el transporte adecuado para la propagación del virus
en el mundo; Italia, España y Francia se volverían los primeros países en
contraer el virus en Europa. Esto se dio debido a ser puntos de escala en
vuelos internacionales con rumbo a medio oriente u otros países del viejo
continente, prontamente naciones árabes como Irán se unirán a la cadena de
contagios, más adelante el virus tocaría tierra norteamericana y finalmente
llegaría a sudamérica, hoy en día uno de los continentes más golpeados producto
de sus precarios gobiernos e indisciplina de sus ciudadanos.
El 11 de marzo de 2020 la OMS emitiría la
alerta mundial declarando al contagio acelerado por la Covid-19 en las
diferentes regiones del globo a escala de pandemia. Han pasado más de 4 meses
desde el anunció y la situación se ha visto endurecida en países donde el
ascenso aún sigue inminente, países en Europa donde se ha generado una nueva
ola de contagios después de concluir el confinamiento, lo cual llevaría a muchas ciudades a retomar nuevas
cuarentenas. De acuerdo a información reciente nuevos casos de virus se vienen
presentando en los diferentes continentes, en China y USA casos de peste
bubónica alertan a las autoridades sanitarias de su país, Kazajistán reporta fuerte
neumonía entre sus habitantes, posible Covid o un virus aún desconocido. Al ver
esta serie de información muchas veces mediática, nos haría pensar que la nueva
normalidad a la que debemos enfrentar será una en donde el aislamiento sea el
principal aliado para conservar nuestra salud. Que la tecnología médica será
forzada a avanzar en años de investigación para frenar de manera urgente las
nuevas infecciones que hoy en día vienen causando muerte y desesperación a lo
largo del globo.
Nuestro país no se vio ajeno a los contagios de
este virus, existe una polémica interna respecto al crecimiento de contagios en
el Perú a partir del segundo mes, ya que desde ese tiempo el gobierno vino
flexibilizando medidas para la apertura de los cercos sociales creados en
algunas regiones a lo largo del territorio nacional. Durante el mes de mayo la
pandemia ya no podía ser sostenida por el gobierno debido a la reacción inesperada
de cuarentena en marzo. Lo que provoco que muchos ciudadanos se encuentren fuera
de sus lugares de origen, en este mes la cuarentena ya venía generando problemas
económicos más graves que a lo de salud refiere, por esto muchos peruanos tomaron
la decisión apresurada de trasladarse a sus hogares por necesidad de manera
infrahumana, caminando más de 10 horas con niños y ancianos.
Esto provocó un caos en el sistema de salud ya
que muchas de estas personas no sabían que hasta ese momento ya eran portadoras
del virus, la movilización informal conllevaría al aumento desmesurado de
contagios. Por su parte el gobierno se deshizo del problema dejando a decisión
de las presidencias regionales el traslado, coordinado y controlado bajo los
protocolos que garanticen la seguridad tanto de la gente movilizada como de sus
ciudades. La movilización no pudo ser controlada debido a la falta de liderazgo
y descoordinación de las autoridades, esta estrategia más que una ayuda se
volvería un problema mucho mayor con el que ya se contaba. Posterior a esta ola
migratoria que consigo trasladaría al virus a los lugares más recónditos del país,
el colapso de las redes de salud regionales y locales dispararía en junio, el número
de muertos y contagiados en todo el Perú.
Tal vez se hubiera considerado una mejor
estrategia, tal como la creación de albergues humanitario, ya que toda esa
población vulnerada carecía de medios económicos para subsistir en una ciudad
extraña a su hogar, los distintos presupuestos asignados a las regiones con el
fin de contrarrestar la COVID -19 y
movilización masiva al interior del país; pudieron ser destinados para mejores alternativas
de prevención y contención en el tiempo. Algunos gobiernos regionales lograron
frenar la propagación por unos meses, es así que Cajamarca a través de sus
rondas campesinas fortalecidas con el apoyo de sus autoridades crearon los
cercos sociales que impedían el pase informal tanto como la propagación de la
pandemia en sus localidades.
Hoy esta región viene viviendo el ascenso de la
curva de contagios a lo largo de sus 13 provincias. Por otro lado regiones como
San Martin invirtieron más del 50% de su presupuesto asignado para la lucha
contra esta enfermedad, dicha inversión se vería minimizada ya que la mayor
cantidad de dinero fue invertida en vuelos humanitarios que muchas veces
respondieron de la peor manera a la gentileza del traslado, generando
amotinamientos en los albergues de llegada y azuzando el término de su cuarentena. Otros
locales destinados para la recepción de esta gente, tuvieron hechos bochornosos
donde pequeños grupos libaban licor en sus interiores, haciendo caso omiso de
las medidas de distanciamiento previstas.
Desde el primero de julio, el país afronta una
cuarentena focalizada en sus regiones, esta medida habría traído consigo el
aumento de casos en ciudades como Trujillo, donde su población salió del
confinamiento de forma indisciplinada e irresponsable, obviando las principales
medidas de prevención frente a los contagios. La “nueva normalidad” ha llegado
al país, normalidad que ha hecho del incumplimiento una razón más para avivar
la propagación y decesos. En los primeros días ya se veían inmensas colas en
los paraderos de transporte público, olvidando del todo el distanciamiento
social tan difundido. Las principales calles en zonas comerciales se veían amotinadas
de gente y vendedores, que sin ningún reparo muchas veces usaban de manera
inadecuada sus mascarillas o incluso no las llevaban puesta. De un momento a
otro pasamos de tener movilidad limitada, a tener buses de transporte público
sobrecargados de gente sin ningún cuidado y con mucha irresponsabilidad en su interior.
La pandemia afecto seriamente a los bolsillos de muchos en el país, pese a esto
las precauciones fueron olvidadas muchas veces. El desinterés al contagio o la
indisciplina ciudadana podría llevar al país a un futuro “rebrote” del que
muchos aún dudan, ya que las estadísticas nacionales son distintas a las
publicadas por las regiones lo que atribuye una diferencia en miles de
contagiados del total difundido. En las últimas 24 horas el gobierno ha
manifestado que la idea de una nueva cuarentena está alejada de sus decisiones,
ya que según sus cifras reportadas a nivel nacional las infecciones vienen
disminuyendo día a día.
La reapertura de actividades económicas ha traído
consigo la movilización masiva de trabajadores, en muchas empresas la prevención
es vital para aperturar un día de trabajo, pese a ello muchas veces el
transporte suele opacar dicha acción al ser un foco de contagio entre los
ciudadanos que aún se movilizan por este medio. El 15 de Julio se aperturaron
los viajes a nivel nacional tanto vía aérea como terrestre, desde la media
noche el aeropuerto internacional Jorge Chávez, ya contaba con desordenadas
colas que esperaban el ingreso a los ambientes de embarque, el descuido
individual de cada viajero se veía al desnudo y hacia avizorar a muchos en un
futuro no muy lejano un nuevo confinamiento. Pese a todo lo que ahora se vive
en el mundo, donde ya contamos con más de 13 millones de contagios y más de 500
mil fallecidos producto de la Covid -19; como ciudadanos aún no hemos entendido
que el pasado quedo atrás y la “nueva normalidad” nos obliga a cumplir de
manera responsable, disciplinada y ordenada las medidas de distanciamiento social,
uso de mascarilla y lavado de manos constante, así mismo reportar a la mínima sospecha
de poseer el virus. Bajo estas precauciones es hoy la única manera de evitar
los contagios en cadena, que causan pesar entre familias y dificultan la
atención en los diferentes centros de salud.
Es momento de tomar conciencia y aprender a
vivir con una mascarilla al salir de casa. El levantamiento de la cuarentena ha
traído consigo una normalidad con sabor a pasado, donde en ciudades como Lima
ya se celebran fiestas privadas en casas sin ningún temor a convertirse en
focos de contagio. No es ajeno informarse referente a experiencias
internacionales como es el caso de Italia y Francia donde al terminar la
cuarentena los millennials de manera egoísta se volcaron a la calle, a bares y
discotecas sin ningún cuidado, días después los informes de un nuevo aumento de
contagios en sus ciudades fortalecían el temor de una ya denominada “nueva ola”
o “rebrote”. En los últimos días, los noticieros peruanos comentaban la reapertura
de bares, discotecas, casinos y similares; lo que ha causado revuelo entre la gente,
ya que en un inicio el gobierno pregonaba que estás actividades no retornarían
hasta fin de año.
Hoy nos topamos ante una lamentable sorpresa, y
es que debido a la realidad latente de inconsciencia, esta nos podría retrasar
aquel corto avance logrado por el país ante esta nueva amenaza vírica.
La economía es fundamental para el Perú, pero
la reactivación solo debería darse a los sectores importantes que realmente
sean necesarios. El Estado debe tener una visión integral sobre el
comportamiento social de sus ciudadanos. No dejarse llevar por presiones o intereses,
que tan solo nos podrían hundir en un nuevo pesar llamado Covid-19.
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