MORDAZA
Pasó buen tiempo y aún seguía persistente, ahí veíamos a Marco maquinando cualquier posible, para lograr conectar, para poder comunicar. En el complejo meditar, Marco quería realizar un viaje, no sabía a dónde, pero veía esa como una opción necesaria con el fin de equilibrarse nuevamente en la vida, hace mucho lo había pensado, imagino cambiar su identidad y empezar de “cero”. ¡¡¡Carajo!!! Para llegar a ese extremo la situación estuvo densa; esa idea nació cuando tenía catorce, en ese momento se dio cuenta lo compleja que sería la vida, los objetivos y la valla alta, herencia de su familia. Pues él quería ser sencillo, no tener preocupaciones, ni exigencias. Pero a la vez siempre fue ambicioso y buen jinete del tiempo, solo que hoy el tiempo cabalga descontrolado en medio de sus días.
Hace unos meses que llegué a esta ciudad “grande”, a la que muchos desean, pero realmente no es tan asombrosa como la describen. Suele ser caótica, gris, desordenada, fraccionada y poco o nada te garantiza una calidad de vida ideal. Pese a eso, al vivir en el centro puedo moverme como un pez en medio del mar contaminado al que he llegado. Y es así que algunos fines de semana comencé a escaparme por el sur. A esto me dedicaba en mis tiempos libres, quería escapar de una rutina tácita en medio de una zona comercial llena de gente robotizada que camina solo en dos direcciones. Pues mis ratos libres los usaba para perderme en medio de avenidas verdes, llenas de palmeras, parques cálidos y usualmente escapaba al malecón de los artistas. Es ahí donde meditaba, sentado en alguna banca, cruzando caras, futuros y pasados, ahí pensaba y pensaba. En esos tiempos recuerdo que logré cruzar palabra con una pareja joven de hebreos, quienes en algún futuro tal vez se volverían cercanos.
Era una tarde soleada de mayo sin pensar en el fin de semana, esos rayos me trajeron algunos recuerdos y entre lo dubitativo de elegir mi destino acerté en regresar al mismo lugar por el que todo se jodio, a esa ciudad que me quita personas, pero a la vez me encanta. Pensé que en algún momento solucionaríamos nuestras convicciones, es así que elegí el equinoccio de invierno, fecha vital porque te vio crecer en todo este tiempo.
Y es así que volví a volar con el mismo rumbo de ese abril pasado. Los días se acercaban y mi reloj comenzaba a correr, mi corazón a acelerarse, la fecha es inusual por ser importante. ¿Importante?. Si así es, pese a no ser directamente mi fecha, es algo que aún persiste de manera fuerte en mi mente. Eso me hace pensar sin saber qué decir, buscar un texto escueto pero complejo, tan necesario como agradable, tan profundo como deslumbrante, tan preciso como general, ilusamente buscó el equilibrio, el complemento, la razón en medio del deseo.
Llegó el día, escapé de la rutina y llegué a mi hogar congelado en el tiempo, cogí la maleta, puse en mis hombros la mochila, tomé el taxi y me dirigí al aeropuerto. De hecho, siempre tuve clichés, los cuales quiero compartir, pero aún espero lo necesario para hacerlo. Una vez pasado el “boarding”, me enrumbe a un conocido local de comida, donde ocupé una mesa, la carta indicaba mixtura de sabores “peruchos” exóticos con toques refinados de alta cocina. Pues pedí algo que me apetecía mientras inhalaba el olor a café, algo singular por lo que amo los aeropuertos después de la buena vibra que emanan sus pasadizos llenos de gente con sonrisas, en su mayoría destinada dios sabe a dónde, pero a contemplar aventuras, conocer el mundo y amalgamarse en el.
La buena música del lugar hizo que mi cuerpo se erizara, volviendo a aquel sentimiento y sensación de estar bien o querer estarlo, de seguir adelante en medio de la barahúnda diaria, de la batalla, de la vida. Salí del local y me dirigí hacia una sala casi vacía, aún tenía tiempo para que mi avión despegue y pues miraba en medio de la pista a través de los vidrios. Habían sido días densos de angustia entre lograr el permiso y no, además el enano Mathias, mi hermano, tomó su rumbo y en algún momento se desvanecerá en el horizonte de la vida, algunas de sus acciones formaron ligero sentimiento celíaco en mí, ya que lo enseñado en años no surgió efecto, por lo que a veces comenzaba a sentirme engañado.
En un momento me hipnotice en el móvil, y al entrar a una de mis redes el algoritmo volvió a presentarte, vi tu foto después de mucho, llevabas aspecto algo cansado, lo que me hacía desear darte un abrazo interminable, quisiera desbordar lo que siento en el, no pierdo la esperanza que algún día sea, que la naturaleza escuche y no aleje ese momento.
Era hora y ya estaba sentado en el avión, ni bien me encontré en el aire me desvanecí en medio de mis grandes sueños, algo habitual pese a tener un vuelo corto, solo pasa cuando tu tiempo por trabajo suele ser algo apretado en el día, pues no paso mucho y ya me encontraba en la avenida acercándome a los 5°C con un aire que te zumbaba en medio del oído y te contaba que el invierno estaba presente, era su estación entrante, pues la fecha lo recordaba una y otra vez con el pasar de las horas. Luego de instalarme en el mismo lugar de siempre, con una inquietante mirada al más allá, tomé mi casaca y todo abrigo posible y me dirigí a la plaza, me esperaban para cenar.
Logré reunirme con amigos de años que por avatares de la vida estaban trabajando en este lugar mágico, pues el tiempo fue corto ya que el frío y el trabajo nos hacían replegarnos. La noche fue gélida y trate de aclimatarme, el sueño era necesario luego de tanto esfuerzo intelectual en los últimos días. Al despertar el frío del día y los rayos intermitentes me obligaban a levantarme, pues entumecido atine a hacerlo, tome una ducha caliente y salí relajado, por medio de las callecitas de piedra. El lugar ya se me era conocido, así que solo tenía que recordar bajar hasta un parquecito, virar hacia uno de los mercados más famosos del lugar, que por cierto me era fascinante cruzar su calle, porque me hacía sentir tan bien, ser un extraño en medio de la humildad, sensatez y hospitalidad de la gente. Cargaba mis auriculares y escuchaba la misma playlist que me hiciste armar durante este tiempo.
Mi camino desencadenaba pensamientos de cualquier frenética acción que conocemos, de pensar en quienes me rodean y preguntarme porque aún voy acompañando durante este trayecto, pese a saber lo que puede pasar es una actuación loable en cada momento, no temamos que cada guion ya está cerrado, el telón seguirá al pendiente de lo que narre la obra, los espectadores se aturden en medio de aplausos, cada actor hoy llora, cada actor clama ser entendido, pero ahí vamos, callados nuevamente. Cada día de los que pasan, las letras se tornan efusivas, cada acción tal vez se vuelve evasiva, pero ahí sigue Marco. intentando, sin rendirse, optimismo de por medio, cada acción suma para él, pero se vuelve una resta para el tiempo.
Los días pasaron muy rápido entre salidas de amigos, tours en medio de lugares que no conocía, festines de comida, buena vibra del lugar. Lo mágico de la ciudad se siente en medio de las calles, en medio de la gente, en medio de sus lugares, en medio del paisaje congelado como en alguna pintura de Cézanne. Era el último día, y no quería marcharme. El lugar me recargaba, pues había planificado hacer la rutina del mercado y dirigirme a ese clásico café cerca a la plaza, comer un lechón más, acompañado de un café y salir hacia la plaza a sentarme, descansar, divisar el momento y enrumbarme en mi siguiente trayecto.
Una vez en la plaza decidí parar un momento, recordar, suspirar y seguir pensando … el pensamiento me traía una y otra vez la misma pregunta. Ya que mis mensajes se volvieron como cartas que son tiradas al viento en medio del desierto o como botellas con frases escritas aún con pluma por algún marinero pidiendo no perderte en medio del océano, Fueron las únicas formas tal vez de comunicarme sin querer herirte, pensaba Marco.
Al sentarme en medio del parque de piedra, rodeado de balcones coloniales en su mayoría, que opacaban los cimientos de una cultura anterior. Cerros verdes poblados de casas, una naciente música al compás de quena, arpa y guitarra colorean el momento. Me tendí relajado, perdido, neutro, en medio de mi mente, examinando cada letra de una respuesta corta, tratando de sacar esperanza de ello. Al momento se me acercó una chica quien de manera amable me ofreció un paseo en mirabus, mi tiempo era corto, pero pese a eso, la adrenalina siempre presente me incitó a aceptar la propuesta. Cancele y en unos minutos era parte de un viaje corto por medio del campo continuo a la ciudad, iríamos a lugares ya visitados pero el día se prestaba como para un último respiro en medio de tan relajante paraje. El trayecto me incito a extrañarte y a lamentar día a día los secretos que quiero compartir contigo , lamentar no poder divulgar cada día efusivo o triste en medio de los meses , una mordaza se ha creado delante de mi boca , al parecer las palabras aprietan , la consciencia jala y los recuerdos callan cada nueva experiencia que quiero compartir , pese a eso mi interior considera el tiempo como necesario para sanar en medio de estos errores y en algún momento resurgir conversando como fue en antaño. Y es así que desearía volver a escribirte y tener una respuesta.
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