Durante muchos
años uno de los virus más nocivos de la sociedad Latinoamericana y que mucho
daño ha causado en los países, es la corrupción. Esta costumbre vil que ha
empobrecido al pobre y ha hecho más rico, a los pequeños grupos de poder que
desde la independencia en varios de estos territorios se han instalado en los
gobiernos ya sean caudillistas, izquierdistas, dictaduras militares o de
elección democrática. La mayoría de estos personajes cimentaron las malas praxis
con el afán de enriquecer sus peculios, más que contribuir con el desarrollo y
el aplacamiento de las necesidades reales de los pueblos. Recordemos que desde
la fundación de la República los casos de corrupción han estado presentes en
nuestra historia, como fue durante el gobierno del General Riva- Agüero quien
fue acusado de presionar al congreso para aprobar una ley que destinaría 100
mil pesos de los fondos del préstamo externo y valiosas concesiones de tierra
del estado como compensación personal para sí mismo y para diversos
contratistas asociados suyos (Fuente).Más tarde vendrían los famosos contratos del guano
y el salitre, la guerra con Chile donde nuestros mismísimos gobernantes por
supuesta traición bajo la mesa, vendían nuestro renaciente país; es así como
Piérola y Prado formaban parte de este lastre, que con tinta y poca memoria
esbozaban sus fechorías en el lienzo de nuestra deleznable historia.
El Perú ha sido
un país que ha crecido bajo este yugo, los contratos petroleros y la
conmocionada página 11, los años ochenta con las cuentas en gran caimán y el
Bank of Credit and Commerce International (BCCI) (Fuente), el fujishock en los años
noventa, así como Montesinos desde la sombra han venido aquejando la justicia
de nuestros poderes. En estos tiempos el terremoto desatado por constructoras
brasileñas y sus irregulares pagos a lo largo de muchos países
latinoamericanos, donde el Perú no es omiso a su participación a través de
políticos y gobernantes, que contribuyeron en la más profunda traición a su
propio país. El Estado centralista ha contribuido con esto, al olvidar a los
pueblos, lo que nos conlleva a que la corrupción se vea presente en los lugares
más recónditos de nuestra patria, es así que se forman los pequeños “reinos” o
“clanes” dentro de las presidencias regionales y gobiernos municipales, los que
como una dinastía perduran a veces incluso de manera generacional en el poder.
Esto se da bajo la escasez educativa de nuestra sociedad o bajo malas mañas y
trinches políticos durante los comicios electorales.
Es
lamentable a veces visitar nuestro país profundo y llegar a pueblos olvidados,
los cuales no cuentan con servicios básicos como agua, luz o accesos, pero si
cuentan con grandes “elefantes blancos” que poco aluden a la cultura del pueblo
donde se exhiben construcciones, muchas veces innecesarias producto de un favor
electoral a algún empresario o financista de campaña. Pese a estas historias la
sociedad solo sigue callando y quedando en el letargo visionario de que algún
día se podrá vivir cómodamente, contando con los servicios necesarios, y con
una calidad de vida digna, donde la educación tanto como la salud no estén
alejadas del contexto y necesidad del ciudadano. En el último año transcurrido
la muy esperada reforma política y de anticorrupción fue difundida por todo
medio existente, un grupo de la sociedad despertó y con ello el fervor de un
cambio, la búsqueda de un país nuevo y con oportunidades, las cuales solo se
podrían generar si este, estaría libre de todo procedimiento desconocido o bajo
la mesa, por parte del Estado con el sector privado, se volvería el paraíso
buscado por muchos notables ciudadanos. Es así que se comenzó una batalla
campal con aires de guerra proclamados de manera pública entre el Ejecutivo y Legislativo.
Por un lado, el entonces Congreso ahora depuesto, defendía con artimañas y
vicios legales la aún existente política de partidos a dedo, la inmunidad
parlamentaria y demás blindajes que aún resisten en esta larga carrera de la
cual algún día ojalá podamos acabar como país. Por el otro lado el Ejecutivo
planteaba una reforma transparente y democrática desde la elección de nuestros
representantes así mismo como el filtro social respecto a ser personajes
intachables y sin algún proceso público por algún referente de corrupción u
otro motivo.
La discrepancia entre ambos poderes despertó a parte de la población, el respaldo social estuvo de lado del Ejecutivo, y es así como a pulso el Legislativo conformado por otorongos que han vivido casi toda su vida del sueldo sustentado por el pueblo, se ganaron la disolución tras la fuerte oposición de poder para frenar la reforma en mención. El 30 de septiembre del 2019 se marcaba un nuevo hito en la historia democrática del Perú rumbo al bicentenario, la ciudadanía respaldaba en su mayoría la decisión tomada por el presidente. Dicha medida aún daba luz al resurgimiento moral de nuestra clase política, y potenciaba con ansias la tan esperada reforma, la que en sus sucesivos debían sostener las bases para la eliminación de la corrupción enquistada en nuestros poderes de gobierno hasta la actualidad. Claro ejemplo de ello son los muchos casos de corrupción que pese a la pandemia han venido apareciendo a lo largo de los meses (contratos a dedo y sin evaluación, compras sobrevaloradas de equipamiento de seguridad en los sectores salud e interior, entre otros). La esperanza de un país más justo con sus leyes, y con visión de prosperidad a la infinidad de sucesivos proyectos. Se vería opacada tras la elección de un nuevo congreso, lo que nos hizo pasar de un Congreso conocido como “obstruccionista” a un Congreso “populista” en donde su mayoría de miembros nos han demostrado aún, que nuestros políticos están envueltos en casos de corrupción o son poseedores de malas intenciones hacia el futuro del país, tratándolo o vendiéndolo como si fuese de su propiedad. Nos hace pensar que, por más reforma aplicable en nuestra estructura de poderes, el virus de la corrupción está enquistado en el ADN político de nuestras autoridades, con ello nos llevaría a decir que este mal tendrá que ser combatido solo y únicamente con educación, así como filtros académicos para los futuros gobernantes.
La corrupción de nuestro Estado se ve reflejada a diario también en nuestra sociedad, desde el ciudadano que coimea al policía para evitar una multa, desde el peatón que transgrede cívicamente pasar por la calzada o desde el alumno que aporta de una u otra forma para aprobar un curso. Esta costumbre nociva se encuentra entre nosotros, y hay mucho por hacer para eliminarlo. La vacuna estaría entre nuestras generaciones más jóvenes, las cuales no deberán tener temor ni ser ajenas a la expresión de una u otra idea sobre la realidad que vivimos. No deberán ser indistintos a la coyuntura política de la que a diario se habla en las noticias, y más aún podrán tomarla por ejemplo en cómo es lo que “se debe y no” hacer para mejorar el futuro del país que nos ve nacer. Muchas veces se comenta que la formación cívica de un ciudadano es la que influye realmente en la creación de nuestros gobernantes, será por este motivo que la etapa más próspera para darle entendimiento a este tema se encontraría muchas veces en la instrucción superior que algunos pueden tener.
Al ir al instituto, universidad o cualquier casa de estudio el alumno no debería ser ajeno del pensamiento e ir más allá de la instrucción profesional para la cual se prepara. Es así que en este trance se pueden formar muchos futuros gobernantes, los cuales deberán seguir lineamientos éticos y morales como un deber, con el pueblo y no con la ambición propia que por la edad y a veces malas juntas puedan adquirir. Este sería el momento base de su formación como futuro líder y visionario de un país con desarrollo, descentralizado, sin desigualdades y con oportunidades para todos.
Por lo tanto, se plantea con alusión a la frase “Cada elector tiene la autoridad que merece”, dicho esto veremos que la corrupción es un virus que ataca naciones sin distinción política, económica o cultural. Y que tan solo no es engendrada por políticos o autoridades, sino también practicada y muchas veces reforzada a través de los votos por los ciudadanos. La educación e información en todos los sectores, así como lugares de nuestra nación, es vital para prevenir este virus. A un pueblo educado no se le engaña con un discurso breve ni con regalos, un ciudadano informado no es azuzado por ningún radical, ni confrontado bajo intereses de pequeños grupos. Por su lado nuestras autoridades deberán hacer prevalecer las reformas proyectadas, conservando su esencia, sólo así el Perú podrá potenciarse y tener un crecimiento equilibrado en todos sus rubros, disminuyendo las brechas tecnológicas, económicas y de servicios que hoy en plena pandemia han reflotado como carencias.
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